La cúpula del Duomo (Santa María del Fiore) de Florencia es
la gran obra maestra de la arquitectura del Renacimiento. En el concurso de
1418 para la cúpula de la catedral participó también Ghiberti, pero el ganador
fue Brunelleschi. De esta manera, el 1420 se le confió la finalización de la
catedral (iniciada el 1296 por Arnolfo de Cambio; la fachada moderna -de
finales del siglo XIX- substituye la que fue destruida el 1588) mediante la
cúpula que estaba como coronación del crucero. La dificultad inicial radicaba
en la magnitud de la cúpula y su empuje colosal, más difícil de contrarrestar
que las de Pisa y Siena. "El problema de cubrir aquel amplio espacio con
una gran cúpula o cimborrio se planteaba fundamentalmente en torno a la
necesidad de construir una gran cimbra y los andamiajes, lo que suponía un elevado
coste. Brunelleschi, que gozaba de gran prestigio entre sus coetáneos, obtuvo
el encargo sin indicar detalladamente el procedimiento a seguir. Fue entonces,
según relata Vasari, cuando tuvo lugar la escena en la que, al responder a los
desconfiados que insistían en conocer el método a emplear, después de rogarles
que pusiesen un huevo derecho y tras intentarlo infructuosamente aquéllos,
Brunelleschi lo logró cascando ligeramente su base, anécdota que ha pasado a la
historia como atribuida a Cristóbal Colón." (Azcárate, José Mº de, ob.,
cit., pág. 230).
Brunelleschi conocía la cúpula del Panteón de Roma, aunque
no se inspiró directamente en ella. El Panteón es una semiesfera apoyada en
gruesos muros de carga y diseñada para ser vista desde el interior. Brunelleschi
se enfrentaba con una base octogonal de diámetro parecido, lo que complicaba el
equilibrio de fuerzas, y quería levantar una cúpula que fuera un referente para
la ciudad. No podía, pues, usar muros de carga ya que éstos no permiten cúpulas
que sobresalgan más de una tercera parte de su diámetro por encima de los
muros.
También conocía la técnica constructiva de las cúpulas
bizantinas con sus nervaduras, materiales ligeros y la distribución de las
fuerzas y cargas en pechinas y contrafuertes, puesto que la cúpula del
baptisterio de Florencia se inspira en ellas.
Se trata de una cúpula apuntada y rematada por una gran
linterna, con una estructura realizada con ladrillos, sobre una base octogonal
y compuesta de dos cascarones paralelos. Tanto el interior como el exterior son
apuntados siguiendo un arco con un radio de 6/7 del diámetro del octógono
inscrito en su base. Como la capa interior, al tener un radio menor, se cierra
antes, la anchura de la segunda capa aumenta con la altura. La diferencia de radios
de curvatura contribuye a que las fuerzas se distribuyan siguiendo una curva
llamada de pétalo de flor, con un punto de máximo tensión en el cual colocó un
anillo de refuerzo con vigas de madera. Entre ambas capas se encuentra la capa
de aire con los nervios y anillos que forman la estructura de la cúpula. Esta
capa vacía permite aligerar casi en un tercio el peso total de la cúpula, así
como la existencia de dos galerías que permiten acceder a la linterna. La
combinación de las tres capas y la forma apuntada permite una reducción de peso
de casi un 45 % respecto a una cúpula semiesférica. Desde el punto de vista
mecánico y dinámico las tres capas actúan como una sola.
La cúpula pesa entre 25.000 y 27.000 toneladas, un 10,5 %
del cual es el peso de la linterna. Se trata de la mayor estructura de ladrillo
del mundo, construida con ladrillos romanos, de muy buena calidad, y fabricados
bajo la estricta supervisión de Brunelleschi. Todos tienen un grosor de 5,1 cm
y un largo entre 15,2 y 30 cm.
Se utilizó la piedra en la base de las capas interna y
externa. Estos anillos de piedra deberían haber alcanzado una altura
equivalente a la tercera parte de la altura total de la cúpula; pero
Brunelleschi, una vez conseguido el control absoluto de la obra, paralizó las
hiladas de piedra cuando todavía no habían alcanzado la mitad de la altura
prevista. Los modillones que sobresalen servían para apoyar los andamios
durante la construcción.
La cúpula está formada por 24 nervios de ladrillos
dispuestos en forma de espina de pez. Los ocho que recorren los vértices de la
cúpula, son los nervios principales, ya que recogen el peso de la estructura.
Dos nervios más por cara ayudan a repartir el peso de la cúpula. Este total de
24 nervios parten de un anillo de piedra y ladrillo en la base de la cúpula, el
cual recoge sus esfuerzos y los transmite al tambor. Paralelamente al anillo de
la base, hay once anillos formados por arcos de ladrillo entre nervio y nervio,
que distribuyen las fuerzas tangenciales de manera uniforme y transmiten el
peso de las estructuras a los nervios. Los ocho nervios de piedra y mármol que
se ven en el exterior son decorativos y no cumplen ninguna función estructural,
ya que los nervios que aguantan la cúpula no se ven ni desde fuera de la
catedral ni desde dentro. Sirven para definir los ocho triángulos que forman la
cúpula y le confieren, rompiendo la indefinición de una cúpula monocroma, un
volumen y consistencia que, de otra manera, hubieran quedado difuminados.
La base exterior de la cúpula tendría que estar rodeada por
una galería de la que sólo se construyó en una de las ocho caras. Los óculos
del tambor son anteriores a la obra de Brunelleschi.
La linterna, con sus 16 metros de altura y un peso
aproximado del 10% de total de la cúpula, es una pieza clave en el conjunto
arquitectónico. Hasta aquel momento las linternas eran pequeñas o inexistentes.
Está inspirada en los templos circulares de la Roma Imperial y abierta a los
vientos. Está diseñada como el remate indispensable a una cúpula apuntada y es
una especie de punto de fuga de la perspectiva de la catedral.
La cúpula se levanta sobre un cimborrio octogonal y
subdivide su peso, para dar menos empuje, con una cúpula interior más baja y
una cúpula externa que, peraltándose en arco apuntado, sirve de contrafuerte a
la cúpula interior. En efecto, las cúpulas semiesféricas tienden, debido al
peso de su centro, a hundirse de manera que sus extremos se abren hacia fuera; en
cambio, las cúpulas apuntadas tienden a abrirse por la cúspide y, en
consecuencia, sus extremos ejercen un gran impulso hacia dentro. Al combinar
ambas, Brunelleschi pudo contrarrestar el empuje horizontal de la cúpula
semiesférica con el peso, en sentido contrario, de la cúpula exterior de perfil
apuntado (es el mismo sistema que las cúpulas cistercienses). Además, unió las
dos cúpulas mediante costillas en los ángulos y circundó la cúpula interior con
grandes anillos de vigas de madera unidas entre sí con barras de hierro: esta
combinación constituye la verdadera invención de Brunelleschi. La idea de las
dos cúpulas permite, por otra parte, dejar un espacio libre entre ambas, con lo
que se resuelve asimismo el problema de la accesibilidad a la parte alta de la
construcción y al trasdós de la cúpula interior.
Introdujo también el sistema de construirla sin cimbras: la
cúpula no se podía levantar con los medios técnicos disponibles (recordemos que
una cúpula en construcción tenía que ser sostenida hasta llegar a la clave de
bóveda, mediante grandes estructuras de madera y ya no se sabían construir
cimbras tan grandes). Evidentemente, cuando en el Trecento se construyó el
tambor había en Florencia carpinteros capaces de armar cimbras de este tamaño;
pero finalizado el tiempo de las grandes construcciones y con la tendencia al
refinamiento decorativo, se había perdido el oficio para realizar trabajos de
esta envergadura. Brunelleschi hubiese podido intentar recuperar la técnica
olvidada, pero optó por inventar una nueva técnica, pero no para construir
cimbras sino para auto-sostener la cúpula durante su construcción: la cúpula se
iba cerrando a medida que iba subiendo.
La cúpula de Florencia es uno de los pocos monumentos que
desde su construcción se ha considerado unánimemente como perfecto. Para
levantar aquella media naranja, Brunelleschi estudió las antigüedades romanas,
los cimborrios medievales y las cúpulas bizantinas de Ravenna. En las formas
perfectas de su arquitectura, expresó no sólo una nueva y grandiosa concepción
del mundo, sino una nueva condición de la mente humana: la cúpula de Santa María
del Fiore tenía que ser la clave que coordinara en un nuevo sistema todos los
elementos que componían la catedral, de manera que la significación global del monumento
fuese la expresión no de la antigua sociedad medieval que había construido el
templo, sino de la actual sociedad florentina.
Proyectó la doble cúpula no sólo por razones técnicas que
exigía la mecánica de fuerzas, sino por una específica razón formal:
"perché la torni piú magnifica e gonfiata". Es decir, que la
finalidad de la doble cúpula es la de diferenciar sus proporciones según se
trate de los espacios vacíos del interior o de los volúmenes plenos, de la
distribución de las masas, en el exterior. Efectivamente, en el interior la
cúpula no tiene nervaduras y los triángulos esféricos, al encontrarse,
determinan ángulos diedros, curvos; de esta manera, la cúpula interna coordina
las distintas direcciones espaciales de la nave y del tambor octogonal y las
conduce al profundo vacío, en fuga, de la linterna, de acuerdo con las leyes de
la perspectiva. En el exterior, en cambio, donde se trata de coordinar las
masas y no los espacios vacíos, los triángulos esféricos -más esbeltos aquí
porque son apuntados- se muestran como tensas membranas rosadas entre la
carcasa potente de las nervaduras de mármol blanco que conducen el movimiento
de masas del edificio hasta la airosa linterna que corona la cúpula.
Esta cúpula no es ya la expresión colectiva del sentimiento
religioso de la comunidad, sino la expresión individual de un artista que
interpreta el sentimiento colectivo. La cúpula no se limita a concluir un
edificio de otra época, sino que lo redefine, lo adopta, transforma su
significación. Arnolfo había concebido la catedral como un cuerpo longitudinal
de tres naves que desembocaban en una tribuna octogonal con ábsides en cada
lado, como los pétalos de una flor sobre el tallo. Buscaba, por tanto, el
contraste entre la perspectiva recta de las naves y la imprevista expansión
radial del espacio. Brunelleschi se propuso equilibrar, con la cúpula, todos
estos espacios (masas en el exterior, espacios vacíos en el interior), es
decir, transformar en proporcional el edificio concebido en sentido
dimensional. Con el amplio cuerpo de la cúpula coordina y concluye los espacios
radicales del coro, mientras que con el perfil ojival equilibra en altura el
espacio longitudinal de la nave y con la convergencia de las nervaduras define
la forma de la cúpula; ésta ya no pesa sobre el edificio, sino que aparece
libre y como hinchada en el aire, con la tensión elástica de los paramentos,
tensos entre las nervaduras como la tela entre las varillas de un paraguas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario